Lectura: Marcos 12:41-44

Muchos hemos disfrutado de una vida que se puede describir como moderadamente cómoda, y esto se puede extender a nuestra fe.  Hemos disfrutado de las facilidades del cristianismo de occidente: Biblias de todo tamaño, versiones y costo; abundancia de recursos para ser edificados; facilidad para compartir nuestra fe y; cierto grado de aceptación social que puede que se haya estado perdiendo en los últimos años.

Toda esta comodidad puede desembocar en una desastrosa suposición: soy autosuficiente. Podemos asumir que nos la podemos arreglar solos y que no somos totalmente dependientes de Dios.

La comodidad es una catarata que lentamente se expande hasta que con el tiempo toda nuestra vista queda envuelta en una bruma borrosa. Perdemos nuestra visión de Dios, y cuando eso sucede, perdemos nuestra capacidad de adorar. Lo perdemos todo.

La viuda de Marcos 12 apenas tenía lo suficiente para comprar un pedazo de pan mohoso. Algunos delante de ella echaban grandes sumas en el arca del templo, provenientes de sus pesados fajos de dinero en efectivo. ¿Qué tenía ella para ofrecer? ¿Qué diferencia haría su mísera ofrenda en el gran plan del reino de Dios? Debió haber sentido vergüenza.

Sin embargo, algo dentro de ella ansiaba dar, inclinar su corazón ante su Dios ofreciendo lo muy poco, pero a la vez todo lo que tenía. Silenciosa, cautelosamente dio un paso al frente, se inclinó, y echó sus dos moneditas en el arca, y rápidamente se dio vuelta para irse arrastrando los pies.

No hubo siquiera quien lo notara, excepto Jesús. Él vio, y se maravilló. De hecho, les dijo a sus discípulos que ella había dado la ofrenda más generosa de todas. Su ofrenda era la más extravagante porque reconoció su quebrantamiento… su necesidad. Ella estaba dando a pesar de su pobreza.

  1. Examínate hoy, ¿estás dando a Dios de lo que te sobra, o estás dando abundantemente de tu tiempo, esfuerzo y recursos para extender la obra de Dios?
  2. La comodidad no es un estado natural para el creyente en Jesús.

HG/MD

“Él llamó a sus discípulos y les dijo: De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos los que echaron en el arca. Porque todos han echado de su abundancia; pero esta, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento.” (Marcos 12:43-44).