Lectura: 1 Corintios 3:5-15

Me encanta leer, y disfruto comprar libros, pero no me gusta cuando las editoriales nos definen como “consumidores”.

La palabra consumir, dentro de sus significados puede implicar lo siguiente: “acabar por completo” o “derrochar”. Al leer estas definiciones vienen a mi mente algunas imágenes que no son para nada placenteras, por ejemplo, los incendios forestales acaban por completo con bosques y casas, dejando atrás de ellos destrucción y restos.  También puedo imaginar a un adolescente derrochando el dinero que le dan sus padres.

Cuando leemos libros no los consumimos, ya que no dejan de existir luego de que los leemos, de hecho, es lo opuesto, se vuelven parte de nosotros y nos cambian.

Por supuesto esto es completamente cierto cuando nos referimos a la Biblia.  Cuando la leemos sus palabras permanecen en nosotros, nos instruyen, nos aconsejan para que nos alejemos del camino destructor del pecado (Salmos 119:11).  El Señor promete que cuando Sus Palabras permanecen en nuestra cabeza y corazón, llevamos mucho fruto como resultado de ello (Juan 15:5-8).  Dicho en otras palabras, crearemos y no derrocharemos, daremos y no tomaremos.

El apóstol Pablo se refirió a nosotros como “colaboradores de Dios” (1 Corintios 3:9), que debemos edificar situaciones u obras que no puedan ser consumidas por el fuego cuando Dios las juzgue (1 Corintios 3:13-15).

  1. Como creyentes debemos ser conocidos, no por los bienes o servicios que consumimos, sino por el buen fruto que producimos.
  2. Una vida entregada a Dios producirá una cosecha eterna.

HG/MD

“Si permanece la obra que alguien ha edificado sobre el fundamento, él recibirá recompensa” (1 Corintios 3:14).