Lectura: Mateo 23:23-31

Hablando con una dama me contó una historia simpática de su juventud.  Cuando estaba recién casada, se esforzaba muchísimo en la limpieza exhaustiva de su casa, el problema es que se mantenía limpia por muy poco tiempo.  A la larga descubrió que, si mantenía la casa razonablemente ordenada, parecía mantenerse limpia por más tiempo, aunque verdaderamente no lo estuviera.  Se convenció que bastaba con una apariencia de limpieza, en lugar de una verdadera limpieza.

Esta forma de pensar es no solo muy conveniente, sino también muy convincente.  En ocasiones hasta ella misma se engañaba; sin embargo, todo esto llegó a su límite cuando en un día soleado, el sol entró a su casa y reveló cuan sucia y llena de polvo estaba.

En el tiempo en que Jesús estaba en la tierra, los fariseos y escribas eran expertos en las apariencias, vivían una vida llena de hipocresía, tenían apariencia de piedad y santidad, pero descuidaban la verdadera santidad del corazón (Mateo 23:25).

Cuando la luz de Jesús brilló sobre ellos, Él reveló la verdad acerca de su vida religiosa.  Usaban sus actos de piedad aparentemente buenos, para ocultar la verdadera maldad detrás de sus actos.  Para ellos la limpieza de su casa interior había sido pospuesta hacía ya muchos años.

  1. Mantener las apariencias es muy sencillo, pero las consecuencias de ello no lo son.  ¿Está tu corazón listo para recibir una limpieza interior? ¡Es momento de limpiar tu vida! 
  2. No descuides la verdadera limpieza, la del corazón.

HG/MD

“Así también ustedes, a la verdad, por fuera se muestran justos a los hombres; pero por dentro están llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23:28).