Lectura: 2 Crónicas 5:7-14

La música tiene un papel primordial en las Sagradas Escrituras; es mencionada en muchos de sus libros y se puede decir que, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, el Señor dispuso de músicos para que entonaran bellas notas convertidas en melodías (Génesis 4:21; Apocalipsis 5:9).

Dios utilizó la música para convocar al pueblo a adorar y para enviarlo a la guerra, para suavizar las emociones descontroladas e incentivar la pasión espiritual, para celebrar victorias y condolerse ante las pérdidas. La música es un arte completo y para todas las ocasiones. Hay seguidores y líderes, canciones sencillas y complicadas, instrumentos fáciles y difíciles de ejecutar, melodías y armonías, ritmos rápidos y lentos, notas agudas y graves.

Se puede entender a la música como una metáfora maravillosa de la iglesia porque todos participan haciendo lo mejor que saben hacer. Todos cantamos o tocamos notas distintas en momentos diferentes, pero interpretamos la misma canción. Cuanto mejor conocemos nuestra parte y mejor seguimos al director, más hermosa es la música.

Podemos decir que uno de los mejores usos de la música es la alabanza. Cuando el templo de Salomón terminó de construirse, los músicos alabaron a Dios y le agradecieron. Mientras lo hacían, “la gloria del Señor había llenado la casa de Dios” (2 Crónicas 5:14).

  1. Es por esto que debemos dar gracias al Señor por la música, porque en verdad es un anticipo del cielo, donde la gloria de Dios morará para siempre y la alabanza a Él nunca cesará.
  2. ¡Cantemos alabanzas para Dios sin importar si tenemos o no una voz entonada!

HG/MD

“¡Todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!” (Salmos 150:6).