Lectura: Juan 16:19-28

Un buen amigo mío conoció a su esposa a través de un amigo que ambos tenían en común.  Esa persona fue la que rompió el hielo entre los dos, pues él es un tanto tímido, y posiblemente jamás le habría hablado.  Su primera cita fue prácticamente arreglada por ese buen amigo, pues cuando la invitó a salir, ya sabía de antemano que su amigo había hecho la labor de mediador con ella.

Gracias a su obra redentora en la cruz, Jesús cumple un rol muy similar entre nosotros los pecadores y Dios quien es Santo.  Cristo eliminó la barrera que evitaba que los pecadores pudieran acceder al trono del Señor (Hebreos 7:25-27); nos muestra que cualquiera que se acerque a Él y acepte su obra redentora inmerecida, llega a ser su amigo y por lo tanto también amigo del Padre y del Espíritu Santo.

Cuando Jesús revela a sus apóstoles esta hermosa verdad al decirles que pronto les abandonaría físicamente; quiere que tanto sus discípulos como todos los que creen en Él supieran, que debido a su relación con nosotros, podemos acudir a Dios en su nombre, con peticiones de acuerdo con su voluntad (Juan 16:23-24), tal como Él lo hizo en el famoso pasaje del Padre nuestro: “Hágase tu voluntad…” (Mateo 6:10).  Lo que corroboran estos versículos es que toda oración que esté de acuerdo con su voluntad y carácter, será contestada por el Padre, quien ama a todos los que le aman (Juan 16:26-27).

  1. Debido a que Jesús es nuestro amigo, nosotros somos amigos de Dios.
  1. Jesús es el puente entre el hombre finito y el Dios infinito.

HG/MD

“pues el Padre mismo los ama, porque ustedes me han amado y han creído que yo he salido de la presencia de Dios.” Juan 16:27