Lectura: 1 Pedro 1:1-9

Una de las cosas que más disfruto es sembrar plantas y ser testigo de todo el proceso que conlleva su crecimiento; sin embargo, hace muchos años casi decido darme por vencido con este entretenimiento.

Acabábamos de mudarnos a una casa y teníamos por fin un poco de jardín frente a ella, así que decidimos aprovecharlo y sembrar algunas semillas, entonces empezamos a regarlas y ponerles fertilizante, pero las semillas no germinaban.

Hasta que un día, un amigo nos dio su consejo experto, antes de sembrar cualquier planta o semilla, teníamos que rastrillar el área y literalmente darle vuelta a la tierra dura.  ¿Para qué se hace esto?, pregunté; para oxigenar y dar mejor drenaje a los campos, fue la respuesta.  Lo cierto es que al cabo de un tiempo las plantas empezaron a crecer y a brotar las esperadas flores.

Muchas veces necesitamos ser rastrillados y que nos muevan para lograr una hermosa floración. Cuando Pedro les escribió a los creyentes perseguidos de su época, les dijo: “Amados, no se sorprendan por el fuego que arde entre ustedes para ponerlos a prueba como si les aconteciera cosa extraña.  Antes bien, gócense a medida que participan de las aflicciones de Cristo…” (1 Pedro 4:12-13).

Tal como la tierra de nuestro jardín, a estos creyentes les estaba faltando que les movieran su vida, que los sacaran de su zona de confort.  El propósito de Dios al permitir que estas cosas sucedan es fortalecer nuestra fe y que podamos crecer en el conocimiento de Él (1:7).

  1. El Señor quiere que nuestra vida esté lista para su servicio, en ocasiones esto implicará pasar por momentos complicados que nos ayudarán a crecer y ayudar a otros cuando pasen por situaciones similares.
  • Examinemos nuestra vida y actuar, detectemos lo que necesita ser removido para que nuestro servicio y productividad como creyentes crezcan y demos el fruto que el Señor quiere para su gloria (Juan 15:8).

HG/MD

“Yo planté, Apolos regó; pero Dios dio el crecimiento” (1 Corintios 3:6).