Lectura: 2 Samuel 12:1-10

Un anciano que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se había olvidado los lentes y no veía los cuadros con claridad, pero eso no le detuvo para ventilar sus fuertes opiniones. Tan pronto entraron en la galería, empezó a criticar las diferentes pinturas.

Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo: “El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un grave error al seleccionar un sujeto tan vulgar para su retrato.”

El anciano siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él y apartarlo discretamente para decirle en voz baja: “Querido, estás mirando un espejo”.

Nuestras propias faltas, las cuales por lo general tardamos en admitir, parecen muy grandes, cuando las vemos en los demás. En la lectura bíblica para este día, David se condenó a si mismo sin saberlo cuando juzgó al hombre que robó la corderita (2 Sam.12:1-10).

El lugar de ser expertos en criticar los defectos de los demás, miremos en el espejo de la Palabra de Dios y pidámosle que nos ayude a ver nuestras propias fallas claramente.

  1. Los pecados de los demás están ante nuestros ojos; los nuestros, a nuestras espaldas.

 

  1. Piensa y reconoce tu condición, antes de hablar sin cuidado con respecto a tus semejantes.

NPD/MDH