Lectura: Salmos 141:1-10

Cuando era niño, jugaba con mis amigos en un campo abierto el cual tenía algunas laderas y un pequeño riachuelo que lo rodeaba en uno de sus costados.

Esa tarde había llovido bastante y todo estaba un poco resbaloso, así que mientras corríamos no me fijé que me había acercado demasiado a una de esas laderas cerca del río, entonces sin darme cuenta me resbalé y terminé en el riachuelo totalmente mojado y golpeado.

En el Salmo 141, el autor nos narra cuán fácil es caer por la ladera resbalosa del pecado.  Así que, una de las formas de permanecer seguro y alerta ante tales peligros es por medio de la oración, tal como lo describe el salmista de la siguiente manera: “No dejes que mi corazón se incline a cosa mala para hacer obras perversas” (v.4).  El Señor nos volvió a recordar este principio en el Padre Nuestro: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal…” (Mateo 6:13).

El Salmo también nos recuerda sobre otra herramienta de las más valiosas para evitar caer en los caminos equivocados, leamos: “Que el justo me castigue y me reprenda será un favor” (v.5).  Por supuesto, se refiere a esos amigos fieles.  Es un hecho que no es nada fácil cuando nos corrigen, pero si vemos esas correcciones como un favor, pueden convertirse en uno de los mejores regalos que nos pueden hacer en esta vida.

  1. Gracias Señor por esos buenos amigos que nos ayudan a andar por el buen camino, ya que comúnmente no somos conscientes de nuestros errores.
  2. Identifica esas laderas resbalosas del pecado para que puedas alejarte de ellas con ayuda de nuestro Señor Jesús.

HG/MD

“Bienaventurado el hombre que no anda según el consejo de los impíos ni se detiene en el camino de los pecadores ni se sienta en la silla de los burladores” (Salmos 1:1).