Lectura: Santiago 1:12-15

En una universidad se llevó a cabo un estudio sobre la tentación.  A los participantes se les indicó que debían venir al estudio, que se desarrollaría en horas de la tarde, sin tomar el almuerzo respectivo. Al llegar al sitio de la prueba, los dejaron en habitaciones separadas sin ningún otro participante, con dos platos enfrente, uno de ellos con rábanos y el otro con galletas.  Posteriormente, les comunicaron que realizarían una serie de pruebas durante el tiempo del experimento, pero que mientras las hacían, podían comer los rábanos, pero no las galletas.

Todos resistieron la tentación y no comieron las galletas. En algunos casos dijeron que fue bastante difícil resistirse a comer aunque fuera un trozo.  Otros dijeron que les había resultado difícil resolver las pruebas que les realizaron, a pesar de que eran relativamente sencillas, todo debido a la distracción que causaban las apetitosas galletas.

El Director de la investigación llegó a varias conclusiones interesantes, entre ellas que: “el dominio propio es algo que con el tiempo se va gastando.  Hay que reabastecerlo antes de usarlo otra vez”

La tentación, se nos presenta como la urgencia de hacer algo que sabemos está mal, y es algo que nos perturba a todos los seres vivientes.  Se nos puede presentar en varias formas, desde el deseo de realizar algo terrible, hasta el vicio o comportamiento incorrectos, que la mayoría de veces tratamos de excusar, como: la impaciencia, el orgullo, el chisme o el mal humor.

Soportar o vencer las tentaciones no es algo que implique solamente el poder de la voluntad.  El dominio propio forma parte del fruto de Espíritu Santo (Gál.5:22-23), por lo tanto, no es algo que provenga de una sola acción, sino de muchas que intervienen, para que nuestro espíritu débil, acepte que debe clamar por la fortaleza que sólo proviene de Dios mismo.

No hay una manera única de vencer las tentaciones, se trata de hechos que juntos facilitarán que nos enfrentemos con éxito a ellas. Debemos apoyarnos en Dios, orar diariamente, leer su Palabra, aplicar a nuestras vidas los principios que corresponden a este tiempo y que encontramos en la Biblia, aceptar Su voluntad, y compartir con otros que también desean honrar a Dios.  Haciendo estas cosas tendremos las herramientas para resistir la tentación.

  1. Confiemos en Dios y hagamos lo que sabemos que le agrada, podemos estar seguros que Él nos guiará por el camino correcto.

 

  1. Toda tentación es una oportunidad de decirle no al pecado y si a Dios.

HG/MD

“Sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. 8 Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes.” (Santiago 4:7-8).