Lectura: Filipenses 3:12-16

Cuando recuerdo mis tiempos colegiales o de secundaria, no puedo dejar de pensar en las clases en el taller de construcción de metales y maderas, en ellas comúnmente se les enseñaba a los alumnos a producir piezas básicas de madera y a realizar trabajos con piezas metálicas.

Una vez nos encargaron hacer un pequeño joyero, así que todos emprendimos la aventura de hacer esta sencilla pieza; algunos lograron hacer trabajos extraordinarios, pero otros no tanto, como fue mi caso ya que terminé haciendo un ladrillo para guardar cosas. Sin duda me equivoque en alguna parte del proceso constructivo.

Estoy seguro de que tú también has cometido errores. Todos lo hacemos. Forma parte de ser humano. Tal vez trataste de dirigir la alabanza en la iglesia y fue un fracaso estrepitoso. Quizás te equivocaste mucho en tu primera semana de trabajo, o debido a tu nerviosismo ni siquiera pudiste recordar Juan 3:16 cuando ibas por la mitad del relato de tu testimonio a algún amigo.

La pregunta es, ¿cómo lidiaste con ello? ¿Acaso te desanimó? ¿Hizo que te enojaras contigo mismo? ¿Le echaste la culpa a otra persona?

Una mejor manera de ver los errores es considerarlos como el resultado natural de aprender. Si estás creando algo nuevo, o tratando de hacer alguna tarea que nunca antes has hecho, vas a cometer errores. Esa es la razón por la que llaman a esto proceso de aprendizaje, cada equivocación forma parte de la valiosa experiencia que compone el aprendizaje.

El Señor sabe que somos débiles y por ello nos ayuda a crecer y a madurar para que no sigamos cometiendo los mismos errores una otra vez. También quiere que intentemos cosas nuevas que ayuden a construir su reino, así que no te desanimes, no serás ni el primero ni el último que no lo hace bien a la primera, sigue tratando y confía en el proceso de Dios.

  1. No le des tanta importancia a los errores, son parte de tu aprendizaje.
  2. Intenta nuevas cosas para Dios.

HG/MD

“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está por delante, prosigo a la meta hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).