Lectura: Juan 19:28-37

El excursionista que realizaba una caminata solo por un remoto parque nacional, cayó en el fondo de un profundo cañón.  Con escasas posibilidades de que lo encontraran y casi sin fuerzas, tuvo que tomar medidas drásticas para sobrevivir. En un momento de dolor insoportable, dio un grito agónico y para su fortuna alguien del equipo que lo estaba buscando lo escuchó; al saber que lo habían encontrado dio un grito, pero ya no de agonía sino de triunfo ya que podría seguir viviendo.

De cierta manera aquellos que presenciaron la crucifixión de Jesús vieron sus horas de agonía y mientras entregaba su espíritu lo oyeron clamar en voz alta: “… consumado es…” (Juan 19:30). Sus últimas palabras desde la cruz no fueron una exclamación de dolorosa derrota, sino un grito de triunfo, porque había completado todo lo que el Padre lo había enviado a hacer.

Cuando Jesús murió, participó de todo lo que nosotros debemos experimentar. Pero mucho más allá de eso, hizo lo que ninguno de nosotros podía hacer: pagó el precio por nuestros pecados para que pudiéramos ser perdonados y tener vida eterna por medio de la fe en Él.

Entonces, “Consumado es” fue el grito de victoria del Señor Jesucristo, porque ahora, a través de Él, podemos escapar del poder del pecado, vivir y ser libres.

  1. Gracias al sacrificio del Señor por nosotros y a su victoria sobre el pecado, podemos llamar a este día Viernes Santo.
  2. “Consumado es”, son las dos palabras que nos trajeron esperanza y salvación a todos quienes fuimos rescatados por su acto de amor.

HG/MD

“Cuando Jesús recibió el vinagre, dijo: ¡Consumado es! Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Juan 19:30).