Lectura: Eclesiastés 2:1-11; 12:13-14

Existen muchas maneras en las cuales las personas buscan una “emoción”; por ejemplo, los adictos usan drogas para obtener una emoción momentánea, otros buscan la adrenalina que les brindan las actividades de alto riesgo en las que ponen en peligro sus vidas; otros se emocionan creyendo que encontrarán “oro” en un río o lograrán ser ricos de la noche a la mañana.

Desgraciadamente, el gran anhelo por sentir estas emociones hace que muchas personas se dañen a sí mismas y a quienes los aman, ya que en la búsqueda de esa falsa felicidad, muchos están dispuestos a perderlo todo a cambio de conseguir placer momentáneo.

A través del libro de Eclesiastés, el rey Salomón reconoció que tenía ese problema. Él trató de encontrar emociones en muchas clases diferentes de actividades.  Probó la risa (Eclesiastés 2:2), el vino (v.3), el trabajo (vv.4-6), las posesiones y hasta un harén (vv.7,8), y muchas pero muchas cosas más (vv.9,10).  Sin embargo, finalmente entendió que toda esa búsqueda de emoción y placer, era una pérdida de tiempo sin significado alguno (v.11).  Comprendió que a pesar de que las emociones brindan felicidad, realmente es una sensación pasajera de la que pronto se despierta a la cruda realidad.

Al final de esto, Salomón concluye en su libro que lo único que puede darnos un propósito y placer duraderos, es la relación que tengamos con Dios (Eclesiastés 12:13,14). Entendió que las cosas de este mundo son temporales como las flores del campo, que un día están y luego ya no.  Entendió que para todo existe un tiempo (Eclesiastés 3:1-15) y que lo más importante es la aprobación de Dios.

  1. Has un autoexamen y pregúntate por qué realizas algunas actividades que sabes que no son buenas, seguras, o carecen de sentido.  Pídele a Dios que te dé el entendimiento que necesitas para cambiar por amor a los que te aman, incluido nuestro Señor.
  2. Tu relación con Dios debe ser constante y creciente, solamente así comprenderás lo trascendental que es Él en tu vida.

HG/MD

“La conclusión de todo el discurso oído es esta: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, pues esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13).