Lectura: Lucas 8:11-15

Los girasoles son plantas que por lo general no requieren de muchos cuidados y que al parecer se adaptan a una serie de climas muy variados.

Pero, para verlos en su máximo esplendor y para que su cosecha sea abundante, necesitan de un factor determinante, buena tierra, si la tienen producirán semillas y aceites de muy buena calidad.

También nosotros, por así decirlo, necesitamos tener “buena tierra” para crecer espiritualmente (Lucas 8:15).  Así como nuestro Señor nos enseñó en la parábola del sembrador, la Palabra de Dios puede empezar a brotar aun en los terrenos rocosos o espinosos (vv.6-7).  Sin embargo, sólo crecerá en quienes: “al oír con corazón bueno y recto, retienen la palabra oída y llevan fruto con perseverancia” (v.15).

Los girasoles jóvenes tienen la particularidad de seguir el movimiento del sol durante el día, a este proceso se le conoce como “heliotropismo”.  Pero los girasoles más maduros miran permanentemente al este, para mantenerse más cálidos y atraer a las abejas que los polinizarán.

De la misma manera que lo hacen quienes cultivan girasoles, podemos proporcionar un terreno fértil para que la Palabra de Dios crezca en nosotros, reteniéndola con un corazón que permanentemente busque hacer su voluntad.

  1. Cada día debemos buscar consejo de lo alto donde está nuestro Señor Jesús para hacer su voluntad y crecer.
  2. Revisa continuamente que en tu vida haya tierra fértil con buenos nutrientes, que te permitan dar fruto para la gloria de Dios y para el bien de quienes te rodean.

HG/MD

“Pero en cuanto a la parte que cayó en buena tierra, estos son los que, al oír con corazón bueno y recto, retienen la palabra” (Lucas 8:15).