Lectura: Salmos 142:1-7

David no nació siendo rey, tuvo que llevar todo un proceso que el Señor dispuso y que lo preparó para llegar a ser el rey de Israel.  Parte de ese proceso lo llevó a una fría y oscura cueva, mientras era perseguido por el perturbado rey Saúl, quien lo buscaba por doquier con el objetivo de matarlo (1 Samuel 22:1).

Angustiado y abrumado, buscó la ayuda del Señor.  Sentía mucho temor, así que elevó su petición (Salmos 142:2).  Sabía que Dios era su refugio (Salmos 142:4-5).  Entendía que sólo Dios podía rescatarlo de la situación en la que estaba (Salmos 142:6).  Se sentía atrapado y comprendió que su única salida provendría del Señor (Salmos 142:7).

En este momento quizás te sientas como David, atrapado en una situación que se asemeja a una cueva fría, sin luz y sin salida aparente.  ¿Te encuentras en una cueva lleno de aflicción y enfermedad? ¿Estás en una cueva a causa de las malas decisiones que has tomado? ¿Te sientes atrapado en la cueva de las dudas y te preguntas que se ha llevado tu gozo?

Cuando estés en una cueva sin esperanza aparente, recuerda en quién has confiado y puesto tu fe, busca refugio en Dios.  Lo que debes recordar es que Él está ahí a tu lado y al final podrás reconocer al igual que David: “Tú eres mi refugio y mi porción en la tierra de los vivientes” (v.5)

  1. ¿Qué esperas? Clama a Dios. No tienes por qué sentirte sólo.
  2. En el desierto de la calamidad, siempre encontrarás el oasis del consuelo preparado por Dios.
  3. El consuelo es uno de los mejores regalos de Dios. Así como recibes su consuelo, puedes ser compasivo ante el sufrimiento de los demás.  Ser compasivo con otros debe ser uno de nuestros regalos para Él.

HG/MD

“A ti clamo, oh Señor. Digo: “Tú eres mi refugio y mi porción en la tierra de los vivientes” (Salmos 142:5).