Lectura: Gálatas 5:16-26

Joaquin tenía 21 años y era un adicto a las drogas.  El encontrar la “felicidad” era su gran objetivo en la vida, un objetivo que según él, se le había escapado muchas veces. Una vez, mientras que hablaba con nuestra familia, su frustración estalló: “Mira, todo lo que quiero en la vida es tener felicidad. Quiero sentirme feliz. ¿Es eso pedir demasiado?”

Tristemente, Joaquin estaba pidiendo muy poco de la vida. Lo que en realidad estaba buscando sin darse cuenta no era la felicidad, sino el gozo. No podía aceptar que el verdadero gozo es fruto de algo, o de alguien, y es mucho más grande que la felicidad.  Él estuvo muy cerca de Jesús, lo suficientemente cerca como para saborear la vida que da lugar al gozo, que tan profundamente anhelaba. Pero con el tiempo él se alejó, y permaneció infeliz.

Según el erudito bíblico Ian Barclay, “La felicidad no es una palabra bíblica en absoluto. Se deriva de la raíz del verbo “suceder”.  Está claro que lo que nos pasa afectará nuestra felicidad. “El gozo, por el contrario, es el fruto del Espíritu de Dios y no se ve afectado por los acontecimientos ya sean estos buenos o malos. El gozo no depende de nuestras circunstancias. Depende de Dios el cual habita en nosotros, si le hemos aceptado su regalo de amor para nosotros: su sacrificio en la cruz y su resurrección.

Debemos desear tener este gozo en nuestras vidas, entonces vivamos y caminamos en el Espíritu para que el fruto del gozo, naturalmente brille en nuestras vidas.

1. Debido a que las circunstancias de la vida cambian,  nuestra felicidad puede que no permanezca; pero si estamos caminando con el Señor, nuestro gozo brotará.

2. La felicidad depende de los acontecimientos; el gozo depende de Jesús.

NPD/JY