Lectura: Santiago 1:13-21

Kara y April salieron del centro de Rusia y viajaron cruzando seis husos horarios para asistir a un retiro en Tallinn, Estonia, para mujeres que sirven al Señor en Europa Oriental. Debido a la neblina en los aeropuertos y a vuelos desviados, tuvieron que pagar $600 adicionales en gastos aéreos. Kara se sentía culpable por dejar a su esposo al cuidado de sus dos hijos pequeños y dirigiendo el ministerio de ambos. La carga financiera no planificada se añadió a su culpa, y ella le mandó un correo electrónico a su esposo diciéndole que le estaba resultando difícil disfrutar del retiro.

Él le dijo que no se preocupara por la extravagancia y le dijo, “Dios es, después de todo, el Dios que nos hizo Sus herederos y co-herederos con Cristo. El Dios que le dio Eva a Adán. El Padre a quien le encanta dar buenas dádivas a Sus hijos. El cielo es la máxima expresión de esto… pero también creo que Él nos ha dado dádivas para que las disfrutemos  y un momento para hacerlo. Y para ti, ese momento es ahora. No te preocupes – el sacrificio te espera en abundancia para cuando regreses a casa.” Nos podemos beneficiar de su respuesta.

Así como Kara luego pudo disfrutar entonces de su retiro, nosotros también, como hijos de Dios, podemos permitirnos disfrutar sin culpa de las cosas buenas que Él pone en nuestro camino (1 Timoteo 6:17). Nosotros, a su vez, podemos usar esos buenas dádivas para bendecir a los demás.

1. ¿Te has sentido culpable por divertirte sanamente de vez en cuando? Espero que no, Dios nos ha provisto de sentido del humor, nos dio ojos para disfrutar las maravillas que él creo en su naturaleza, de oídos para disfrutar de un buen concierto, de piernas para saltar cuando nuestro equipo favorito hace una anotación, de voz para reírnos con un buen chiste y podríamos seguir enumerando cosas, recuerda ¡quien te dio el sentido del humor, debe tener un buen humor!

2. ¿Has compartido con otros las bendiciones extras que Dios te ha dado? ¿Cómo te has sentido al hacer esto?  Cuando compartimos de lo que tenemos, sin que otros lo esperen, podemos sentir un poco lo que Dios siente al bendecirnos tan ricamente día con día.