Lectura: Isaías 46:1-4

El ministro inglés Henry Moorhouse (1840-1880) se sentía muy abrumado por las diversas obligaciones que tenía, y fue entonces cuando el Señor le hizo un tierno recordatorio.

Un día que llegó a su casa temprano, lo recibió su hija menor quien tenía sus piernas paralizadas y necesitaba una silla de ruedas para trasladarse.  Moorhouse le había traído unas flores a su esposa que en ese momento estaba en el segundo piso de su casa; su hija al verlo le preguntó: “¿Papá, puedo llevarle las flores a mamá?”  Él con una mirada tierna le dijo: “Querida, ¿cómo podrías llevar las flores al segundo piso? Tienes un problema con tus piernas”.

Con una sonrisa en su rostro, la pequeña le respondió: “Lo sé papá, pero si me das esas flores yo las puedo sostener, mientras tú me llevas a mí en tus brazos”.

Moorhouse comprendió en ese momento, que Dios le estaba enseñando una gran lección por medio de su hija, necesitaba entender que Dios estaba ahí para ayudarlo con sus cargas diarias, y podía seguir adelante sabiendo que Él lo estaba llevando en sus fuertes y amorosos brazos.

Aquel Dios que abrió el mar, que derribó las murallas de Jericó, que proveyó su cuidado al rey David, mientras Saúl procuraba matarlo, y que prometió cuidar a su pueblo (Isaías 46:4), es Aquel que también puede llevarnos en sus brazos.  A pesar de que siempre debamos cumplir con nuestros deberes, podemos tener la seguridad que Su apoyo nunca nos faltará, no tenemos por qué cargar nuestros problemas de forma solitaria.

  1. Pídele al Señor que te ayude.  Él llevará tus cargas y a ti también.
  2. No hay carga demasiado pesada para los todopoderosos brazos de nuestro amado Señor.

HG/MD

“Vengan a mí, todos los que están fatigados y cargados, y yo los haré descansar” (Mateo 11:28).