Lectura: Lucas 19:28-41

Tristezas; vivimos en un mundo lleno de ellas.  Por ejemplo, el niño que es objeto de bullying (maltrato que sufre un niño a causa de otros), el dolor que sufre una viuda por un buen esposo que murió, padres que padecen el sufrimiento que les causa un hijo rebelde, una pareja que ve como la vida de su pequeña niña se apaga a causa de un cáncer, o un ministro que se ve obligado a renunciar a su trabajo, debido a mentiras malvadas de algunos de sus feligreses enojados porque sienten que sus ideas egoístas no fueron escuchadas. Tristezas como esas son las que causan que muchas personas sientan que la vida no es justa con ellas. 

No obstante, podemos aprender a manejar nuestras tristezas. Si miramos la vida de Jesús, para nada fue justa en términos humanos: siendo el rey de reyes nació en un humilde pesebre donde se acostaban los animales (Lucas 2:6-7), a pesar de ser Omnipotente, su oficio de carpintero aunque muy digno no le permitió vivir una vida de lujos (Marcos 6:3), a pesar de ser el Creador de todo, durante su ministerio la mayoría de las veces no tuvo un lugar al cual llamar hogar (Mateo 8:20), cuando contempló lo que le sucedería a Jerusalén, su corazón se rompió y lloró (Lucas 19:41).  Sin embargo, a pesar de todas esas cosas, continuó la obra que vino a hacer con una suprema actitud de servicio (Marcos 10:45), enfrentó el pecado (Marcos 2:10) e hizo discípulos que también fueron capaces de hacer discípulos (Mateo 28:18-20; Juan 17:3-4).

Tu corazón te está doliendo o te dolerá en algún momento, reconoce tu dolor ante ti mismo, ante los demás y ante Dios, eso permitirá que recibas la ayuda que necesitas del Señor y de la gente que en verdad te quiere.  Al igual que nuestro Señor acepta la voluntad de Dios, aunque las circunstancias no parezcan las mejores, debes tener la misma actitud de Jesús: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lucas 22:42). ¡Sé valiente y ten fe en Dios y su perfecto plan!

  1. Sirve a los demás, esto ayudará a sanar tu aflicción.
  2. Sin duda la vida no es justa, pero recuerda: “no se haga mi voluntad sino la tuya”.

HG/MD

“Ciertamente él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Nosotros lo tuvimos por azotado, como herido por Dios y afligido.  Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados.” (Isaías 53:4-5).