Lectura: Isaías 53:1-12

Estábamos en un centro comercial esperando a una amiga con quien nos encontraríamos en ese lugar, cuando de repente llegó una joven en edad de secundaria, maldiciendo y visiblemente enojada, con sus ojos llenos de lágrimas. Luego de un par de minutos se calmó y dijo: “Lo siento”, dirigiéndose a las personas que estaban a su alrededor.

Al ver que se había calmado lo suficiente le preguntamos si podíamos ayudarle, ella aún se encontraba un poco afectada, pero aceptó contarnos lo que le pasaba, un grupo de jóvenes de su edad le habían hecho una mala broma, la habían hecho quedar mal ante el muchacho que le gustaba y él le había lanzado una mirada de desprecio.

El rechazo tiene un sabor amargo en el paladar, y sin duda es de las cosas que más te marca como ser humanos.  Duele cuando te excluyen o rechazan, y sin duda la mayoría de nosotros estaría muy dispuesto a dar lo que fuera por evitar ser víctima de un rechazo.

Estar consientes del inmenso dolor que causa ser rechazados, debe acrecentar en demasía tu gratitud hacia Jesús, teniendo en cuenta todo lo que tuvo que soportar por ti en su primera venida a esta tierra. El profeta Elías en el capítulo 53 de su libro retrata de manera perfecta por lo que tuvo que pasar nuestro Señor: “fue despreciado y desechado por los hombres…escondimos de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos…Él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores…Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados.” (Isaías 53:3-5).

Ese día en el centro comercial me detuve a pensar el rechazo por el que pasó Jesús. Él fue abandonado (Mateo 27:46), para que yo pudiera hallar sanidad de espíritu y perdón de pecado por medio de la fe en Él, nunca podré agradecer tanto amor inmerecido.

  1. Jesús vino a este mundo voluntariamente para que pudieras tener la oportunidad de ser salvado y convertido en hijo de Dios.
  2. Cuando sientas el rechazo de las personas, recuerda que Él fue rechazado injustamente, pero, aun así, amó tanto que dio su vida por quienes lo despreciaron, y hoy quiere que sepas que está dispuesto a tomar tu mano, curar tus heridas y sufrimientos, y todo esto por amor (Juan 3:16).

HG/MD

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).