Lectura: 1 Crónicas 28:9-21

Sin lugar a dudas la vida no es simple como algunos quieren que la veamos.  Si no, preguntémosle a los veinteañeros.

En los últimos años se ha acuñado la frase: “Crisis del Cuarto de Siglo”, que se trata del hecho de que muchas personas no saben qué hacer con su vida después de salir de la escuela secundaria; se preguntan: ¿voy a la universidad, busco un trabajo o me doy un año libre? ¿no soy adulto, pero tampoco adolescente, entonces mi opinión no es valiosa? ¿con quién me casaré? ¿no me contratan porque no tengo experiencia, pero cómo voy a tener experiencia si no me contratan?

En un artículo que leí, algunas autoras les recomendaban a los adultos jóvenes, consejos sencillos para bajar el nivel de ansiedad:

  • ¿Sin planes en cuanto a alguna carrera? No te preocupes, no eres el único que se ha arrepentido y se cambia a otra carrera luego del primer año de carrera universitaria.
  • Tu primer empleo no definirá el resto de tu vida.
  • ¿Asustado y sin idea en cuanto a tu futuro? Es normal.

Estos consejos, aunque son bastante buenos, están dejando de lado el aspecto más importante: la vocación.

La vocación originalmente se asociaba “al llamamiento espiritual”. Algunos lo han definido de la siguiente manera: “Una función a la que uno es llamado por Dios”.

Algunas veces olvidamos que todo trabajo puede glorificar a Dios y es sagrado a sus ojos. No estoy hablando sólo de las actividades de la iglesia, sino de todos los empleos (Colosenses 3:23).

David parecía entender la definición de vocación; cuando le cedió el proyecto de la construcción del templo a su hijo Salomón, le dijo: “Esfuérzate, sé valiente y actúa”, en otras palabras “haz la obra”.  Al igual que Salomón, tú tienes una tarea. Dios tiene un trabajo para que tú lo hagas. Una vez que hayas determinado cuál es este trabajo, hazlo, “porque el Señor Dios, mi Dios, estará contigo” (1 Crónicas 28:20).

  1. Dios “no te fallará” (1 Crónicas 28:21), así que procura cumplir con tus responsabilidades laborales con total confianza en la fidelidad y provisión de Dios.
  2. El Señor te ha dado la capacidad de ser hábil en tu trabajo. Deja la confusión atrás, simplemente haz lo mejor que puedas y aprovecha tu vocación. Es un llamamiento sagrado y un regalo de Dios.

HG/MD

“Además, David dijo a su hijo Salomón: “Esfuérzate, sé valiente y actúa. No temas ni desmayes, porque el Señor Dios, mi Dios, estará contigo. No te abandonará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa del Señor” (1 Crónicas 28:20).