Lectura: 2 Reyes 22:8-13

A finales del año 1946, unos pastores beduinos encontraron de forma accidental siete manuscritos en una cueva en las cercanías de las ruinas de Qumrán, en la orilla noroccidental del Mar Muerto. Posteriormente, hasta el año 1956 se continuaron encontrando más manuscritos en un total de 11 cuevas de la misma región.

Parte de los manuscritos hallados en el mar Muerto constituyen el testimonio más antiguo del texto bíblico encontrado hasta la fecha. En Qumrán se han descubierto aproximadamente 200 copias de todos los libros de la Biblia hebrea (nuestro Antiguo Testamento), la mayoría muy fragmentados, con excepción del libro de Ester (aunque tampoco se han hallado fragmentos de Nehemías, que en la Biblia hebrea forma parte del libro de Esdras). Cabe destacar que del libro de Isaías se ha encontrado un ejemplar completo.

Aunque este fue un descubrimiento maravilloso, hubo otro descubrimiento realizado hace más de 2600 años por el sacerdote Hilcias el sumo sacerdote de Israel, cuando descubrió algo que se había perdido de forma intencional, en un rincón oscuro del templo: el libro de la ley (2 Reyes 22:8).  Cuando el rey Josías se enteró de dicho hallazgo reconoció su valor, y ordenó su lectura en voz alta a todo el pueblo de Judá (2 Reyes 23:1-2).

  1. Quizás al leer estas palabras te estés dando cuenta que desde hace ya mucho tiempo no has abierto la Palabra de Dios, hoy en un buen día para hacer de la lectura de la Biblia un hábito diario.
  2. La Biblia es un libro antiguo, pero sus verdades son siempre nuevas.

HG/MD

“Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos. Penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12)