Lectura: Job 42:1-6

Luego de un largo viaje nuestro avión empezó a descender, el capitán realizó las indicaciones finales para el aterrizaje a su tripulación y a nosotros como sus pasajeros, pero parecía como si estuviera haciéndolo por millonésima vez durante ese día, sin ninguna emoción o interés mientras anunciaba nuestra inminente llegada a nuestro país y casa.

Después de decir donde íbamos a aterrizar e indicar cuál era la situación con el clima entre otras cosas, con la misma voz cansada y monótona concluyó: “Que tengan un hermoso día”; no obstante, el aburrimiento de su tono contrastaba con sus palabras.  Dijo “hermoso”, pero de un modo carente de asombro por completo, a pesar de que el sol brillaba y la temperatura era muy agradable.

Creo que muchas veces esa es la misma forma en la cual abordamos nuestra relación con Dios: rutinaria, aburrida, apática y hasta desinteresada. Gracias a nuestro Señor Jesús, tenemos el privilegio de ser adoptados en la familia del Dios vivo, pero con frecuencia parece haber poco de ese sentimiento de asombro que debería acompañar semejante realidad.

Job cuestionó a Dios por su sufrimiento, pero cuando el Señor lo desafió quedó humillado ante la maravilla de su Creador y de lo creado por Él. Entonces respondió: “¿Quién es ese que encubre el consejo con palabras sin entendimiento? Ciertamente dije cosas que no entendía, cosas demasiado maravillosas para mí, las cuales jamás podré comprender” (Job 42:3).

  1. Alegrémonos y anhelemos estar cada día en la presencia de Dios, vivimos una maravillosa realidad, hemos sido bendecidos sin merecerlo y por ello debemos estar agradecidos y listos para servir.
  2. ¡Hoy es un día hermoso!  Un día que Dios te ha regalado para que hagas el mejor uso de él.

HG/MD

“De oídas había oído de ti, pero ahora mis ojos te ven” (Job 42:5).