Lectura: Salmo 96:1-13

El sistema norteamericano de justicia es muy conocido por series y películas.  Una parte del sistema judicial incluye que para algunos tipos de juicios se tenga un jurado, lo cual conlleva muchos inconvenientes y pérdida de tiempo para quienes son convocados.  Un amigo quien fue llamado a ser parte de un jurado, me contó lo esto le implicó.

Durante los primeros días el juez les habló sobre la responsabilidad que tenían y la naturaleza sobresaliente de la tarea. Iban a sentarse a juzgar a personas que serían juzgadas por situaciones civiles o que habían sido acusadas de crímenes.

De momento se sintió totalmente inadecuado para la labor que tenía por delante. Juzgar a otra persona, teniendo en cuenta las posibles consecuencias para su vida según lo que se decida, no es algo sencillo.  Pensaba: “Todos somos seres humanos imperfectos, quizá no siempre juzguemos correctamente”.

Aunque los sistemas judiciales de nuestro mundo tengan dificultades y falencias a causa de los seres humanos que los administran, siempre podemos confiar en nuestro Dios quien se destaca por su sabiduría y rectitud. El salmista cantó: “¡El Señor reina! Ciertamente ha afirmado el mundo y no será movido.  Juzgará a los pueblos con rectitud” (Salmo 96:10). El Señor juzga rectamente, de conformidad con su justicia perfecta y su carácter impecable.

  1. Podemos confiar en Dios, aunque la vida es injusta, sabiendo que un día Él corregirá todas las cosas en su juicio final (2 Corintios 5:10).
  2. Señor danos la sabiduría necesaria para si el momento lo requiere juzguemos con equidad.

HG/MD

“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba según lo que haya hecho por medio del cuerpo, sea bueno o malo” (2 Corintios 5:10).