Lectura: Salmos 126:1-6

Era uno de esos hermosos días del otoño.  Estaba sentado en un bloque de cemento, había enrollado las  mangas de mi camisa, y estaba admirando el trabajo de mis manos.  Acababa de recoger 10 canastos de hermosas manzanas rojas, de mis dos pequeños árboles.

Pensaba que dentro de poco, en esas frías noches de invierno, estaría sentado delante de la chimenea con una bandeja de estos sabrosos frutos a mi alcance, o preparados en un delicioso pastel de manzana.  En se momento, mi mente recordó todo el  duro trabajo que significó producir estas manzanas.

Recuerdo cómo coloque en mi escalera las herramientas de poda y arreglé los árboles en tiempo de congelación.  Recuerdo la aplicación de productos químicos a esos árboles para protegerlos de los insectos y las enfermedades.  Pensé para mí mismo: “¿Realmente vale la pena todo este trabajo?»  Hoy tengo la respuesta en 10 canastos de fruta casi perfecta.  Sí, valió la pena todo.

Para el creyente, hoy es día de siembra, cultivo, y el tiempo de la poda.  Nos preguntamos acerca de las dificultades que debemos afrontar cuando servimos al Señor. Pero la perspectiva de la futura venida de Cristo, cada vez más cercana, es lo que nos apremia.  Es la promesa de la cosecha la que ilumina el camino y la que hace que las cargas sean más ligeras.

1. ¿Estás desanimado?  Puedes mirar hacia el futuro.  Mantén tus ojos en el futuro y en la alegría de la cosecha (Gál. 6: 9).

2. Una cosecha fructífera, requiere de un servicio fiel.

NPD/MDR