Lectura: Job 38:1-41

De cierta manera desarrollar la fe se parece mucho a desarrollar los músculos. Si nunca ejercitamos nuestros músculos, con el tiempo van perdiendo tono y finalmente pueden reducirse a algo inútil.   De manera similar, si nunca ejercitamos nuestra fe, con el tiempo nuestra efectividad como creyentes se reducirá a nada, pero mientras más frecuentemente nuestra fe sea puesta a prueba, más firme será, ¡incluso cuando pensemos que hemos fracasado!

A menudo, Dios nos pone en situaciones en las que nunca hemos estado para que tengamos que depender de Él.   Nos plantea desafíos que no podemos manejar solos. Nos hace preguntas que van mucho más allá de nuestra capacidad de respuesta. En pequeñas formas, nos pone adonde estaba Job.

Después de perderlo prácticamente todo sin que fuera su culpa, Job quería recibir respuestas de Dios.  Pero, en vez de eso recibió más preguntas, iniciando con: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?” —preguntó Dios (Job 38:4). Y continua así por ¡cuatro capítulos llenos de preguntas!

Al final de este discurso de Dios lleno de inquietantes desafíos, por fin Job entiende su posición delante de Él y, ¿cuál fue la respuesta de Job?: “Por tanto, me retracto y me arrepiento en polvo y ceniza” (42:6).   Con el tiempo Job fue bendecido con más riquezas de las que tenía antes, mucho más allá de sus expectativas.

Todos tendremos nuestras crisis de fe y la gran mayoría las sobreviviremos para proseguir a pruebas mayores de fe.  Pero, lo que nunca debemos olvidar es que, si no tuviéramos una fe sobre la cual dudar, no dudaríamos de nuestra fe y la alternativa sería vivir sin ningún tipo de esperanza.

  1. ¡Mantén la fe, incluso si la duda toca a tu puerta!
  2. La fe nos brinda esperanza y una razón por la cual vivir y ser.

HG/MD

“De oídas había oído de ti, pero ahora mis ojos te ven.” (Job 42:5).