Lectura: Salmos 46

Unos meses después que el nuevo Aeropuerto Internacional de Denver fuera puesto en operación. Cientos de personas hicieron una fiesta, para celebrar algo que no habían escuchado durante muchos años: el silencio. Los auspiciadores de la fiesta, eran los vecinos de un barrio cercano al Aeropuerto Internacional de Stapleton, que recién había cerrado operaciones, al abrir el nuevo aeropuerto.

Algunos decían: “Parece como si nos hubiéramos mudado a otro barrio”, otro decía: “Ahora se puede mantener una conversación, ver y escuchar la TV, trabajar en el patio, dormir plácidamente, ahora todo está muy tranquilo, por acá”.

Una de las cosas que debemos tratar de encontrar cuando realizamos nuestros devocionales diarios, es encontrar un momento de quietud, un instante de silencio. Cada día, durante algunos minutos debemos apagar el sonido del mundo, para aprender y obedecer a Dios, como dice Salmos 46:10: “¡Quédense quietos y sepan que yo soy Dios!…”

Aunque parezca extraño, nos parece normal el oír música con auriculares, poner música de fondo, escuchar o ver algún programa con volumen alto en habitaciones vacías. ¿Será que nos sentimos amenazados por la quietud? T.S. Elliot escribió: “¿Dónde se hallará la palabra, donde resonará? Aquí no, pues no hay suficiente silencio”.

  1. No podemos detener el ruido del claxon de los autos, o el fuerte sonido de una turbina de avión. Pero si tenemos el control sobre muchas otras cosas, entonces ¿qué podemos apagar hoy de manera que podamos escuchar más cuidadosa y detenidamente a Dios?
  2. Para escuchar la voz de Dios, baja el volumen del mundo.

NPD/DCM