Lectura: Lucas 6:41-45

Algunas personas se pasan la vida tratando de hacer que los demás cambien, y más si lo que quieren es manipularlos para que hagan su voluntad.  Sin dudas esa tarea podría ser más sencilla, si tan sólo siguieran el consejo que un día vi en la parte trasera de un automóvil: “Cambiar el mundo, inicia contigo mismo”.

Esto no es lo que la mayoría de nosotros quiere escuchar, y el mismo Jesús nos dejó una de sus parábolas más conocidas, que efectivamente habla de no ver nuestras propias fallas: “¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que yo saque la brizna de tu ojo’; sin que mires la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás bien para sacar la brizna que está en el ojo de tu hermano” (Lucas 6:42).

Sin duda es más sencillo ver las fallas en otros sin tan siquiera examinarnos a nosotros mismos, y esto es un síntoma inequívoco de hipocresía.  Esto nos debe hacer pensar que la raíz del problema puede estar en nosotros mismos y no en los demás, y que entonces quizás debamos cambiar de actitud ante una determinada situación, y por qué no, hasta valorar con sinceridad que es bastante probable que debamos disculparnos, teniendo un acto de humildad sincero.

  1. Cuando nuestra actitud cambia alineada con lo que nos enseñan las Escrituras, podemos ser más objetivos a la hora de ver los problemas de otros, sabiendo que nuestro Señor es grande en misericordia y que fuimos objeto de Su perdón.
  2. Cuando permitimos a Dios cambiar nuestra vida, las personas a nuestro alrededor pueden tener la oportunidad de cambiar gracias al testimonio que ven en nosotros.

HG/MD

“Examíname, oh Señor, y pruébame. Purifica mi conciencia y mi corazón” (Salmos 26:2).