Lectura: Romanos 5:6-11

Un día mientras miraba posteos en una reconocida red social, leí este mensaje de una joven: “Solo quiero ser amada… ¡y él tiene que ser extraordinario!”.

Al meditar por un momento me dije: “¿No es lo que todos queremos? ¡Ser amados, sentir que alguien se preocupa por nosotros! ¡Y muchísimo mejor si la otra persona es extraordinaria!”.

También es verdad que prácticamente ninguna persona, incluidos nosotros mismos, puede ser considerada como extraordinaria, debido a las fallas y los hábitos pecaminosos que en ocasiones afloran y no se pueden negar o esconder. 

Así que, quien cumple con esa descripción es: Jesús.  El nos demostró su amor de una forma inigualable, dejó su morada celestial al lado de su Padre y se humilló a sí mismo tomando forma de hombre y habitó entre nosotros (Lucas 2).  Más tarde, y luego de vivir una vida perfecta, se humilló aun más y se ofreció como ofrenda ante Dios por nuestro pecado (Juan 19:17-30).  Tres días más tarde se levantó de la tumba y volvió a vivir, prometiéndonos permanecer con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:1-20).

¡Cuán extraordinario en nuestro Salvador (Juan 1:12; Romanos 5:9), Señor (Juan 13:14), Maestro (Mateo 23:8) y Amigo (Juan 15:14)!

  1. ¿Buscamos a alguien que nos ame?  Jesús promete amarnos más de lo que cualquier persona en el mundo pueda lograr, ¡Él es en verdad extraordinario!
  2. Nos amó tanto que nos ofrece un lugar a su lado en la eternidad (Génesis 3:16).

HG/MD

“Miren cuán grande amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo somos! Por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él” (1 Juan 3:1).