Lectura: 1 Corintios 1:18-25

Os Guinness nos cuenta de un hombre judío, que fue encarcelado durante 15 años por las autoridades soviéticas por disidencia política, se convirtió en creyente durante el tiempo de la terrible GULAG (acrónimo para denominar a la Dirección General de Campos de Trabajo o sea durante un tiempo de persecución política-religiosa).  El se mantuvo firme durante todo este largo calvario, gracias a su fe en el Salvador, y al recuerdo de su hijo y esposa que esperaba ver de nuevo algún día.

Cuando finalmente fue liberado, el hombre anticipó aquella reunión con intensa emoción. ¡Se emocionó aún más, al notar que al abrazarse, su hijo llevaba una cruz!

Después de haber hablado de muchas cosas, le pidió a su hijo, de ahora de 19 años, lo que significaba la cruz para él. Su corazón fue aplastado por la respuesta del muchacho: “Padre, para mi generación, la cruz es una declaración de moda.”

El apóstol Pablo vio a la cruz como un símbolo de la esencia misma de su fe.  Era testimonio de una vida transformada radicalmente.  Declaró: “En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo” (Gálatas 6:14).

1. ¿Qué hay de ti? ¿Es la cruz una declaración de moda? ¿O es algo que te inspira a hacer un eco sincero de tu fe, así como lo expresó Pablo de la muerte y resurrección del Señor Jesucristo?

2. Muchos de los que llevan una cruz, nunca pensaron en el Cristo de la cruz.

NPD/VCG