Lectura: Mateo 19:16-26

Es normal que cuando alguien alcanza una meta personal, digamos: “¡Qué bueno!”  Cuando hacemos esto, podría pensarse que nos estamos refiriendo a lo beneficioso del hecho en sí, o del carácter de la persona con quien hablamos.

Si lo pensamos bien, usamos esta palabra más veces de las que podemos recordar, y quizás no deberíamos usarla tan fácilmente como lo hacemos.

En nuestra lectura devocional, Jesús se encontró con un joven rico que lo llamó “Maestro bueno” (Mateo 19:16). El muchacho por supuesto tenía toda la razón, porque Jesús es en verdad ambas cosas: bueno (completamente perfecto) y el Maestro. Es el único que puede declarar que realmente posee estos atributos.

Sin embargo, el Señor desafió al hombre a que pensara en lo que estaba diciendo al usar el término bueno. “Él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Hay uno solo que es bueno. Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (v. 17). Jesús quería que entendiera que lo que estaba afirmando debía tomarse en serio, y posiblemente por ello le reclamó: “¿Por qué me llamas bueno, un título que se reserva para Dios, cuando no me reconoces como Dios?  Debía saber que a Jesús si podía llamarlo “bueno” porque Él es Dios, el joven rico estaba usando las palabras correctas, pero sin entender en verdad lo que estaba diciendo. 

  1. En ocasiones usamos palabras de una manera muy ligera, pensemos más antes de usar las palabras.
  2. Recuerda, somos totalmente dependientes de Dios y todo lo que tenemos es debido a su misericordia.

HG/MD

“Porque el Señor es bueno.  Para siempre es su misericordia, y su fidelidad por todas las generaciones” (Salmos 100:5).