Lectura: Lucas 8:22-25

El rector de una universidad conducía junto al océano cerca de su casa cuando vio dos majestuosos barcos de vela del siglo XVII. Por supuesto se trataba de réplicas que se construyeron para una famosa película de piratas que se estaba filmando cerca de ahí.

“La brisa era fuerte, decía él, lo que puso muy tensos los aparejos y dejó intranquilos a los miembros de la tripulación. Sin embargo, cada uno de los barcos permaneció en rumbo y no se volteó” El rector explicó el secreto de su estabilidad. “Debajo de la línea de flotación cada barco tenía una quilla profunda y pesada, una parte que no se ve”. La quilla fue un adelanto esencial en la época en que originalmente fueron construidos con el fin de mantener el estable en el mal tiempo.

¿Qué nos mantiene estables cuando azotan los fuertes vientos del mar de la vida? ¿Qué impide que nos viremos cuando estamos bajo mucha presión y tensión? Es la quilla estabilizadora de la fe en nuestro soberano Dios. Es nuestra relación invisible con Cristo. De la misma manera que Cristo dio órdenes al viento y las olas del mar de Galilea, así mismo controla las tormentas y las ráfagas de la vida que amenazan con hundirnos o desviarnos de nuestro rumbo. Nuestra fe en Cristo es un “ancla del alma” (Hebreos 6:19), que puede impedir que naufraguemos.

  1. ¿Tienes esa quilla invisible de la fe?
  2. La fe en Cristo nos mantendrá estables en el tempestuoso mar de los cambios.

NPD/VCG