Lectura: Proverbios 3:1-20

Un amigo tenía un su astuto perro Labrador.  El perro se quedaba lejos de los muebles mientras mi amigo y su esposa estaban alrededor, pero tan pronto salían de la habitación, él se subía a uno de los sillones hasta que los escuchaba volver.  Fueron los pelos de perro los reveladores de dicha situación y una silla caliente que delataron al animal

Ahora, ¿qué es los dueños de la mascota lo que debían hacer?  Los animales no pueden razonar con ellos, ya que no tienen sentido moral.  Así que mi amigo decidió conectar la silla a una leve corriente eléctrica. Efectivamente, durante la noche, lo despertó un ladrido, y oyó al perro corriendo hacia otra habitación.

Ahora, el Labrador había aprendido una lección y no dejó de amar a sus propietarios, debido al pequeño correctivo que le habían impuesto. Consiguieron el objetivo y la desobediencia se detuvo.

Aunque nuestra relación con Dios no es exactamente igual a la respuesta del perro astuto de mis amigos.  Nosotros sí tomamos decisiones morales conscientes. Y Dios sí disciplina y nos recuerda: “porque el Señor disciplina al que ama, como el padre al hijo a quien quiere” (Prov. 3:12).  Él quiere que le obedezcamos a Él debido a nuestro amor por él. Pero cuando nos rebelamos, El amor proporciona corrección en términos que podamos entender.

  1. Podemos obedecer a Dios porque sabemos que la desobediencia traerá disciplina o nosotros le podemos obedecer porque lo amamos y deseamos agradarle.  La elección es nuestra.
  2. ¿Qué motiva a su obediencia?  El motivo más grande para obedecer a Dios, es el deseo de agradar a Dios.

HG/MD

“Porque la obediencia de ustedes ha llegado a ser conocida de todos de modo que me gozo a causa de ustedes; pero quiero que sean sabios para el bien e inocentes para el mal” (Romanos 16:19).