Lectura: Romanos 3:19-28

A finales del siglo pasado, en los Estados Unidos hubo una moda que consistía en saltar obstáculos de cualquier tipo con automóviles o motocicletas, y congregaban a miles de aficionados para ver desafíos “mortales”.

Hubo una persona que sobresalió entre los muchos que realizaban este tipo de saltos, se trataba de un hombre llamado Evel Knievel (1938-2007) quien con su motocicleta saltó innumerables obstáculos.  Pero, como todos los seres humanos que habitamos en esta tierra, él también tuvo su límite; cuando intentó cruzar el cañón del río Snake, en Idaho, sólo pudo “volar” por los aires cubriendo una parte pequeña del recorrido, cuando se abrió su paracaídas todos se decepcionaron pues no había alcanzado el objetivo.

Esta vergonzosa situación puede resultar en una muy buena ilustración sobre el resultado del pecado.  La Palabra de Dios en Romanos 3:23, nos declara lo siguiente: “porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios”.

Mediante el esfuerzo personal, nadie es capaz de cruzar el abismo que lo separa de Dios. Por el contrario, Cristo satisfizo completamente el requerimiento divino al dar su vida en la cruz para pagar por nuestras faltas y transgresiones. Donde nuestro mejor esfuerzo no alcanzaba, la obra de amor de Cristo logró todo lo que necesitábamos.

  1. Si aún no lo has hecho, hoy puedes empezar a confiar en Jesús y recibir el inigualable regalo de la salvación.
  2. Gracias por tu misericordia Señor, porque a pesar de que no lo merecíamos, Tú nos amaste primero y pagaste el precio que había por nuestras vidas.

HG/MD

“Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:23).