Lectura: 1 Juan 4:16-21

Llegó el fin de semana y decidimos ir a un día de campo en un parque nacional en las afueras de la ciudad. Para nuestra sorpresa en uno de los senderos del parque, nos encontramos con un puerco espín que parecía no tenerle miedo a los humanos. Con su caminar pausado se dirigió hacia nosotros; con mucho cuidado lo dejamos pasar, pues no estábamos dispuestos a tocarlo ya que contaba con una extraordinaria defensa, púas afiladas como aguijas.

Los puerco espines son animales muy interesantes; durante su periodo de celo relajan sus púas y con esto pueden acercarse para poder reproducirse, luego de que pasa este periodo sus púas vuelven a su estado normal.

En la mayoría de nuestras iglesias existen creyentes puerco espines, que lucen sus afiladas púas de crítica, sarcasmo y arrogancia.  Lo más común es tender a evitarlos, sin embargo, Dios nos ha colocado en comunidades de creyentes para que podamos tener comunión; el Señor nos manda a amar, incluso a los creyentes puerco espín, y si somos verdaderamente honestos, todos tenemos que admitir que nosotros también tenemos nuestras espinas.

El apóstol Juan escribió las siguientes palabras: “Y tenemos este mandamiento de parte de él: El que ama a Dios ame también a su hermano” (1 Juan 4:21).  Esto no es sencillo, debemos pedir a Dios que “relaje nuestras púas”, incluso cuando nos encontramos con personas espinosas.

  1. Los creyentes contamos con el Espíritu Santo, quien nos ayudará a dejar de estar tan a la defensiva, a abandonar el mal hábito de la crítica destructiva y otras malas actitudes que conservamos.  Él nos capacita para vivir una vida en paz, mostrándole a otros lo que Jesús ha hecho en nuestras vidas (Juan 13:35).
  2. Si Dios te ama, tú también puedes amar a tus semejantes.

HG/MD

“En esto conocerán todos que son mis discípulos: si tienen amor los unos por los otros” (Juan 13:35)