Lectura: Isaías 1:1-9,16-20

Una vez tuve un mapache de mascota cuyo nombre era: “Robin Hood”.  Por muchos meses cuidé y atendí con cariño a este “pequeño bandido”, sin embargo para mi sorpresa y frustración al pequeño animal se le olvidó mi amistad y se volvió contra mí. De hecho, hubo ocasiones en que hundió sus dientes en las mismas manos que lo alimentaban.

El profeta Isaías hizo hincapié en el mal comportamiento de los hijos de Israel en el primer capítulo de su libro. Él dijo que un buey reconoce a su dueño, y el asno terco sabe lo suficiente como para volver a su establo (v.3). Pero Israel ignoró el tierno cuidado de Dios y con el tiempo despreciaron a Dios (v.4).

El pueblo de Israel se apartó del Señor como niños rebeldes. Su adoración y los sacrificios se convirtieron en un hedor ante la nariz de Dios, porque sus corazones estaban lejos de él. Se resistieron a Sus advertencias llenas de gracia y finalmente experimentaron el juicio divino. La tierra de leche y miel fue saqueada ante sus propios ojos.

Como creyentes, debemos temblar ante la idea de despreciar la gracia y la misericordia de Dios. Debemos estar atentos a fortalecer nuestra relación con Cristo y hacer caso a las advertencias del Espíritu Santo cuando pecamos, actuando así podemos evitar Su reprensión y disfrutar de las bendiciones reservadas para Sus hijos arrepentidos.

1. Te amamos, pero, ¿estamos tan dispuestos a obedecer su voluntad?  Prestar atención a lo que el Espíritu de Dios quiere que hagamos, es la forma en que verdaderamente mostráramos el amor que tenemos por Él

2. Responde a las bendiciones inmerecidas, con una obediencia sin reservas.

NPD/MDH