Lectura: Salmos 18-30-36

Al llegar a mi casa estacioné el auto, entonces mientras recogía algunas cosas en la parte de atrás del automóvil, un destello que provenía de una de las ruedas traseras me llamó la atención.

Descubrí que se trataba de un clavo hundido, traté de ver si la rueda estaba desinflándose, pero no era así, parecía que el mismo clavo había tapado cualquier fuga de aire, por lo menos de momento.

De inmediato me dirigí al lugar donde arreglan neumáticos, me pregunté: “¿Por cuánto tiempo habrá estado ese clavo ahí adentro? ¿horas? ¿días? ¿semanas? ¿Cuánto tiempo hemos estado en peligro y yo ni siquiera sabía que eso estaba pasando?

En muchas ocasiones creemos que tenemos todo bajo control, pero ese incidente con el clavo es el vivo recordatorio de que esa suposición es incorrecta.  Por eso, es reconfortante estar consciente de que a pesar que en estos momentos de nuestra civilización todo está fuera de control e inestable, nosotros hemos puesto nuestra fe y confianza en un Dios real.

En el Salmo 18, David alaba a Dios por su continua presencia en su vida; Él nos ha sustentado y ha cuidado nuestros pies en esos momentos de desconsuelo y peligro (vv.32-36). Dios no prometió una vida sin dificultades, pero lo que si prometió es cuidarnos y estar ahí, aun cuando los clavos de la vida nos hagan difícil continuar con nuestro camino.

  1. En estos días navideños es común que algunas personas tengan tristeza y los recuerdos de otros tiempos los invadan, pero siempre debemos recordar que, así como cumplió su promesa al encarnarse en este mundo, un día muy cercano también cumplirá su promesa de volver por nosotros; así que ánimo y adelante.
  2. Aunque no lo creas, nuestro Señor te ha protegido de muchos peligros, clavos y tachuelas, que ni siquiera sabías, así que agradece su compañía y cuidado continuo, y finalmente recuerda que Él llevó otro tipo de clavos por ti en una cruz.

HG/MD

“Dios es el que me ciñe de vigor y hace perfecto mi camino” (Salmos 18:32).