Lectura: Mateo 26:36-46

Corrían los años finales de la Segunda Guerra Mundial, luego del desembarque en Normandía el famoso día “D”, y estando al mando de la tercera división del ejército de los Estados Unidos, el General George Patton, se enfrentó a los nazis en la batalla de las Ardenas, provocando su retirada, hasta que la niebla y la lluvia les obligaron a detenerse, con lo cual los alemanes iniciaron una contraofensiva.

Se cuenta que en ese momento Patton llamó al capellán James Hugh O’Neil y le consultó: ¿Tendrá alguna oración para que el tiempo mejore?  El capellán prontamente, se puso en acción y escribió una simple y sencilla oración, que decía más o menos lo siguiente:

“Padre Todopoderoso y misericordioso, te suplicamos humildemente por tu gran bondad, que refrenes estas lluvias inmoderadas contra las que hemos tenido que luchar. Concédenos buen tiempo para la batalla. Escuchadnos gentilmente como soldados que te invocamos, armados con tu poder, podemos avanzar de victoria en victoria y aplastar la opresión y la maldad de nuestros enemigos, y establecer tu justicia entre los hombres y las naciones. Amén”.

Esta oración fue reproducida rápidamente y muy pronto se tenían alrededor de 250.000 copias que circulaban en el frente de batalla; finalmente los aliados derrotaron a los nazis en una de las batallas más importantes de la Segunda Guerra Mundial.

Puede que estemos de acuerdo o no con las guerras, sin embargo, podemos tomar este ejemplo, y traerlo a la vida diaria y a las batallas que cada uno de nosotros enfrenta a diario.  Dios desea que llevemos nuestras peticiones ante Su presencia y al hacer esto estamos declarando que confiamos en su poder y voluntad y estamos dispuestos a aceptar la respuesta que quiera darnos, tal como lo dicen los siguientes versículos en Filipenses 4:6 y 1 Juan 5:14-15.

Hemos de aclarar que Dios no está obligado a responder positivamente a nuestras oraciones, incluso si miles de personas estén orando por la misma petición.  De lo que si podemos estar seguros, es que siempre prevalecerá Su voluntad tal como lo expresó nuestro Señor: “…pero no se haga mi voluntad sino la tuya” ( Lucas 22:42), esto nos demuestra la humilde sumisión que tenía Jesús hacia Su Padre, y no fue sólo en esta ocasión, en la oración modelo que Jesús le enseñó a sus discípulos incluye este mismo principio de sumisión: “venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra (Mateo 6:10).

  1. La voluntad de Dios siempre es perfecta, llena de amor y sabiduría. Pongamos nuestra fe y confianza en Él, quien conoce lo que será de verdadera bendición y mejor para nosotros; en lugar de tratar de presionarlo para que se haga nuestra voluntad.
  2. En lugar de forzar las cosas, colócate en las manos de Dios, haz una oración poco común para muchos y confía en su voluntad.

HG/MD

“Por nada estén afanosos; más bien, presenten sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).