Lectura: Marcos 9:14-29

Aunque no quieras creerlo, algunos creyentes en Jesús esperan que la vida cristiana sea tan confortable y sencilla de vivir, como refugiarse en una tibia cama en una noche de lluvia sin padecer el frío, sin incomodidades, sin quejas, ni sufrir las tensiones del mundo exterior.

Pero, como ya lo habrás podido experimentar, si has decidido seguir en verdad a Jesús, lo que te encuentras en el camino son buenos tiempos sazonados con luchas, dudas, enfrentamientos con algunas personas acerca de tu fe, e incluso algunos pueden llegar al punto de la desesperación, entre otras muchas cosas, las cuales ocurren para fortalecer tu fe.

Esta mala interpretación se da porque no han entendido el costo que implica seguir a Jesús, estas personas no entienden cuánto cuesta la fe. Creen que es una manta cálida y suave, cuando por supuesto, es una cruz y un camino largo.  

Esos tiempos de pruebas son la evidencia que de estás creciendo en la fe.  Cuando clamas a Dios como el padre desesperado de nuestra lectura devocional quien dijo: “Creo, ayúdame en mi incredulidad” (Marcos 9:24), estás demostrando que tienes una fe viva en un Dios vivo, que, a su tiempo y según su voluntad, te brindará la respuesta que esperas: ya sea positiva, negativa o espera.

  1. En un creyente la fe se fortalece y decrece como el viento que golpea el rostro en un día ventoso, está muy presente y puedes sentirla, aunque no la puedas ver.
  2. Las pruebas te ayudarán a ver el futuro con ojos de esperanza, y a afrontar lo que te desafía en el presente.

HG/MD

“Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).