Lectura: 1 Pedro 5:1-9

Una vez oí un sermón mediante el cual el predicador parecía asegurarse de impresionar con sus credenciales.  Durante su mensaje nos informó de sus grandes logros y nos comentó de los amigos tan importantes e influyentes que tenía, esto sin duda arruinó todas las expectativas que teníamos de aquel famoso invitado.

Pero, tal y como sucede en casi todas las áreas de la vida, los políticos continuamente hablan de sus logros y éxitos, los empresarios se jactan del crecimiento de sus negocios, y cómo han aumentado sus ventas, los influenciadores presumen sus miles y hasta millones de seguidores en redes sociales.

Podemos sentir la tentación de empezar a juzgar a todas estas personas, sin hacernos un autoexamen; sin embargo, estoy muy seguro de que el orgullo ha visitado más de una vez nuestras vidas y ha mostrado su terrible rostro.  Es agradable oír que otros nos alaguen y reconozcan nuestras virtudes; pero cuidado, pues la distancia entre la satisfacción por el trabajo bien hecho y el sentimiento de orgullo, es muy pequeña.

Es por esto que, como siervos de Cristo, las personas deben conocernos más que por nuestros logros, por nuestra humildad.  En la lectura devocional, Pedro nos recomienda lo siguiente: “revístanse todos de humildad unos para con otros porque: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes” (1 Pedro 5:5).  Aunque nos cueste, es mejor reconocer los logros de otros, y servir a los demás.

  1. Señor, ayúdanos a vencer el orgullo y enséñanos el camino de la humildad
  2. No hay mejor costumbre para el creyente, que hablar menos de sí mismo y más de Cristo.

HG/MD

“A él le es preciso crecer, pero a mí menguar” (Juan 3:30).