Lectura: Juan 7:37-53

Un manantial es una fuente natural de agua que fluye a partir de aguas subterráneas, atraviesa la roca, sedimento o suelo y luego fluye sobre la superficie de la tierra. El agua puede fluir con fuerza, o bien, brotar con lentitud.  Las personas desde siempre han acudido a estos lugares para saciar su sed con el refrescante líquido.

El agua apaga nuestra sed y sustenta nuestra vida. En las Escrituras, el agua sirve como una ilustración en palabras de la suficiencia del Espíritu Santo. En la primera venida Jesús entre nosotros en este mundo, estando un día en la Fiesta de los Tabernáculos, mientras un coro cantaba un sacerdote llenaba un jarro de oro con agua y lo vaciaba. Esto les recordaba a todos los presentes sobre el agua que salía a borbotones de la roca durante el deambular del pueblo de Dios en el desierto (Núm. 20:8-11).

Durante el momento en que ocurría este ritual, Jesús se puso de pie y dijo en voz alta: “El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior” (Juan 7:38). Estos ríos son el Espíritu Santo, quien es como una fuente de satisfacción (7:39). Anteriormente, el Señor había hecho la prometedora afirmación de que el creyente tendría una fuente continua de refrigerio espiritual (4:14).

  1. ¿Si tienes sed hoy? Confiesa tu pecado y Cristo te llenará con Su Espíritu.
  2. Al someterte a Su voluntad, Él, por Su gracia, te llenará del agua viva que brota para vida eterna.

HG/MD

“El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior” (Juan 7:38).