Lectura: Juan 15:9-17

Todos hemos recibido llamadas telefónicas que al inicio suenan muy amistosas; nos ofrecen grandes descuentos, productos o servicios que nos facilitaran la vida.  Incluso nos llaman por nuestro nombre, nos prometen que los ahorros que tendremos si aceptamos sus ofertas serán increíbles; no obstante, cuando se dan cuenta de que no realizarán su tan esperada venta, algunos de los vendedores hasta se enojan, y la que una vez fue una amistosa actitud se evapora como agua que hierbe.

Ese tipo de comportamientos falsos, son quizás los aceptados en nuestra cultura y muchas personas los usan para impresionar a otras u obtener algo de ellas.

Podemos comparar esa actitud falsa e interesada, con la amistad genuina que el Señor nos ejemplificó y expresó de la siguiente manera: “Nadie tiene mayor amor que este: que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).  Él no sólo estaba comprometido con lo que decía, sino que lo demostró con hechos, muriendo en la cruz con el fin de perdonar nuestros pecados.

Al recibir el amor de Jesús en nuestras vidas, aprendemos que necesitamos obedecerlo y parte de esa obediencia es mostrar hacia nuestros semejantes la sincera amistad que tenemos con Jesús.

  1. Enséñanos Señor a ser sinceros con otros, evitando la superficialidad para lograr nuestros intereses personales egoístas.
  2. La verdadera amistad es una herramienta muy poderosa a la hora de compartir el evangelio con otros.

HG/MD

“Hay amigos que uno tiene para su propio mal, pero hay un amigo que es más fiel que un hermano” (Proverbios 18:24).