Lectura: Colosenses 3:1-12

Una vez le preguntaron a un gran deportista de carreras de 100 metros planos, cómo se sentía luego de haber quedado en segundo lugar en la final, después de haber dominado todas las competencias clasificatorias.

Él respondió con toda honestidad: “Estoy decepcionado, más no desmoralizado”.  Luego añadió: “Posiblemente en algún tiempo mire hacia atrás, examine y concluya que pude haberlo hecho mejor”. Después de una pausa terminó diciendo: “Pero, estoy convencido de que esto no va a causar que me deprima ni me atormente, ya que hay otras cosas mucho más importantes en la vida y vendrán otros campeonatos y carreras…  Gracias a Dios esta misma noche saldré rumbo a mi casa y mañana veré a mi familia con quienes pasaré un tiempo especial”.

La capacidad mostrada por este deportista debe ser copiada por los creyentes; debemos ver más allá de nuestras desilusiones.

Nuestro enfoque primario en Dios determinará la manera de comportarnos frente a las victorias y las derrotas de la vida.  Tal como nos lo comparte el apóstol Pablo en el siguiente pasaje: “Siendo, pues, que ustedes han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Ocupen la mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:1-2). Esta forma de pensar mira a Dios en vez de enfocarse en los logros para hallar sentido y aprobación, entendiendo que lo más importante de la vida es buscarlo a Él y vivir agradecido con las bendiciones brindadas, aprendiendo de las situaciones complicadas de la vida.

  1. Está bien procurar la excelencia y esforzarnos al máximo en lo que hacemos (Hebreos 12:1), entendiendo que perder dolerá, pero que eso no debe destruirnos. La clave está en dónde ponemos la mente y el corazón.
  2. Gocémonos con las alegrías de la vida y aprendamos de las tristezas (Filipenses 4:10-13).

HG/MD

“Sé vivir en la pobreza, y sé vivir en la abundancia. En todo lugar y en todas las circunstancias he aprendido el secreto de hacer frente tanto a la hartura como al hambre, tanto a la abundancia como a la necesidad” (Filipenses 4:12).