Lectura: Lucas 7:36-49

Realizando una caminata por un sendero montañoso, me encontré con una arboleda de pinos que tenían el tronco parcialmente descortezado. Recientemente, un programa de televisión que me gusta ver y que transmiten en uno de esos canales de la naturaleza, trató sobre la historia detrás de este hecho; en el pasado algunas personas habían intentado lucrar con las resinas de estos árboles, entonces les habían quitado la corteza de los troncos y sacado la capa subyacente para extraer la resina. Algunas de las marcas eran horribles, pero otras, llenas de sabia cristalizada y pulidas por el viento y el clima, se habían transformado en figuras de una extraña belleza.

Algo muy similar ocurre con nuestras transgresiones.  Podemos llevar marcas del pecado que cometimos en el pasado, de los que nos hemos arrepentido y que ya pusimos delante de Jesús para que los perdonara.  Permanentemente, estas marcas nos recuerdan el costo de nuestros errores, pero también son testimonio que nos permiten contar las historias detrás de ellas.

Después de haber probado la amargura del pecado, ahora algunas personas lo detestan. Odian el mal y aman la rectitud. Tienen la belleza de la santidad.

Otros, al comprender lo lejos que se encontraban (Romanos 3:23), tienen un corazón tierno hacia los demás. Se muestran comprensivos, compasivos y bondadosos cuando los demás fracasan. Tienen la belleza de la humildad.

Por último, el perdón gratuito y completo de los pecados lleva a tener intimidad con Aquel que ha mostrado misericordia. Tales pecadores aman mucho porque se les ha perdonado mucho (Lucas 7:47). Tienen la belleza del amor.

  1. Gracias Señor por tu perdón, tus marcas de amor por nosotros en tus manos, pies y costado, nos recuerdan el costo de nuestra salvación.
  2. No nos dejes olvidar el valor del arrepentimiento y permítenos aprender de nuestros errores que dejaron marcas en nuestra vida, permítenos ser cada día más dependientes de ti.

HG/MD

“Por lo cual te digo que sus muchos pecados son perdonados puesto que amó mucho. Pero al que se le perdona poco, poco ama” (Lucas 7:37).