Lectura: Marcos 6:1-6; 8:27-31

Es muy sencillo que alguien malinterprete algo que se dice; por ejemplo, la mayoría recordará con una sonrisa en su boca, las primeras veces que se encontró con la persona que ama. Las primeras impresiones muchas veces son equivocadas, algunos por ejemplo ante ciertas situaciones incómodas como conocer a alguien, se sonrojan o actúan de forma diferente a lo habitual, o son muy tímidos, muy sobre actuados, o en algunas ocasiones hasta un poco groseros o bruscos.

Cuando alguien no nos entiende, es simplemente porque no nos hemos comunicado como deberíamos.  Por ejemplo, una vez un dueño de un taller de reparación de automóviles, puso el siguiente anunció en su red social: “Servicios de reparaciones de autos.  Si nos prueba, nunca irá a ninguna otra parte”.  Esas palabras por supuesto, dan un mensaje muy confuso y no inspira confianza para nada.

A Jesús lo entendieron mal muchas veces durante Su ministerio, pero a diferencia de los ejemplos anteriores, Él nunca tuvo la culpa.  Ni siquiera las personas más cercanas y quienes caminaron a su lado, entendieron su misión.  Durante mucho tiempo, a pesar de que lo escucharon y vieron las maravillas que era capaz de hacer y decir, no pudieron entender que Él era el Mesías enviado por Dios y es por ello que su pregunta a los discípulos en Marcos 8:29 es tan vital y continua vigente: “¿quién dicen que soy yo?”.

Pedro contestó acertadamente: “¡Tú eres el Cristo!”. Al fin, inspirado por Dios mismo, pudo ver quien era Jesús verdaderamente: el Mesías, el Salvador, el Hijo de Dios (Mateo 16:16-17).

  1. No podemos seguir poniendo como excusa que no entendemos quién es Jesús, Él se reveló y nos confió Su voluntad por medio de la Palabra de Dios, y Pedro finalmente entendió.
  2. ¿Y tú, quién crees que es Jesús?

HG/MD

“Respondió Simón Pedro y dijo: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!” (Mateo 16:16).