Lectura: Juan 16:1-15

Hace un tiempo leí de una agencia publicitaria que empleó estudiantes universitarios para llevar impresos en la frente logos de las empresas de sus clientes.

A cambio de unos cuántos dólares, los jóvenes estaban dispuestos a ponerse tatuajes semi permanentes y aceptaban que los enviaran a mezclarse con la gente en lugares públicos. Con las imágenes estampadas en la piel, los estudiantes eran literalmente carteles andantes que anunciaban la más variada cantidad de empresas, desde las que producían bebidas gaseosas o hamburguesas, hasta universidades, por mencionar algunas.

Esta extraña idea para ganar dinero me puso a pensar en la manera especial como Dios ha diseñado su plan para que proyectemos la imagen de Jesús en el mundo. Tenemos al Espíritu Santo obrando dentro de nosotros para ayudarnos a que nuestras expresiones externas se parezcan cada vez más a las de nuestro Señor.

En Juan 16, Jesús estaba ayudando a los discípulos a prepararse para su misión. Les dijo que el Espíritu Santo vendría a ellos, y que permitiría que su obra se esparciera mucho más allá de los límites de su propio ministerio local (v.7). También les explicó que el Espíritu Santo:

  • Convencería a los incrédulos de su injusticia (v.8), y
  • Dirigiría a los creyentes a una representación más perfecta de Jesús (v.13).

En el versículo 14 leemos: “Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y les hará saber” ¿No es asombroso? Jesús es revelado por el Espíritu Santo en nuestra vida. Su gloria resplandece en nosotros cuando nos sometemos a Él y reflejamos a Jesús cada día más.

  1. El Espíritu Santo glorifica al Hijo de Dios revelando la realidad de Jesús en la vida de nosotros los creyentes, por medio de nuestro carácter y prioridades.
  2. En la vida cristiana, no hay necesidad de llevar logos en la frente. Tú y yo debemos ser imágenes andantes de su gloria (1 Corintios 11:1).

HG/MD

“Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y les hará saber” (Juan 16:14).