Lectura: Isaías 1:11-18

Esa mañana me desperté muy temprano pues tenía que hacer unos trabajos en mi computadora, pero cuando la intenté encender, una pantalla azul fue la reacción y el saludo que recibí.

Saber que algo andaba mal con mi computadora era tan sólo una pequeña parte del problema, pero conocer esto no lo solucionaba.

Con mi teléfono inteligente, busqué en internet algún tipo de solución de esas que brindan en algunas páginas de soluciones inmediatas, pero por más que traté no pude hacerla funcionar.  Finalmente tuve que llamar a un técnico.

Esto me hace recordar a algunas personas que conozco quienes son expertas indicando lo que está mal, pero no tienen ni la menor idea de lo que está bien o de cómo resolver el problema que están criticando.

Desgraciadamente este mal se extiende a las relaciones, muchas familias, iglesias, y empresas, no solucionan sus problemas porque tan sólo se enfocan en lo que está mal, no hace falta ser experto para saber que algo no está bien, pero sí es necesario contar con un experto para solucionar los problemas.

Dios nos dejó en su Palabra no solo el problema, sino también la solución: “Lávense, límpiense, quiten la maldad de sus acciones de delante de mis ojos. Dejen de hacer el mal.  Aprendan a hacer el bien, busquen el derecho, reprendan al opresor, defiendan al huérfano, amparen a la viuda” (Isaías 1:16-17).

  1. En lugar de obsesionarnos con lo que está mal, busquemos a aquel que sabe realmente lo que está bien; así que, llama al experto, está a una oración de distancia.
  2. Al igual que una brújula, la Biblia siempre nos indicará la dirección correcta.

HG/MD

“Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33).