Lectura: 1 Corintios 2:9-16

Suiza es muy conocido por sus extraordinarios paisajes, llenos de montañas, prados, ríos que se escurren entre interminables valles y cataratas.

Un turista le comentó a su guía de viaje, que había leído sobre el increíble espectáculo de arcoíris que se observa en las diferentes cataratas que embellecen el paisaje suizo.  Sin embargo, ese día que habían  pasado por Lauterbrunnen, y las famosas cataratas de Staubbach, se quedó observando al menos por 10 minutos, al lado de otros turistas que también esperaban presenciar ese espectáculo de la naturaleza, pero salieron decepcionados al no poder ver los anhelados arcoíris.

Dicho esto, la guía que los acompañaba les dijo: mañana en su ruta de regreso volverán a pasar por ese hermoso lugar, estando allí les mostraré cómo encontrar el famoso arcoíris.  El día llegó, y tal como dijo la guía pudimos observar lo que tanto esperábamos, y por así decirlo, casi pudimos situarnos en medio de uno de esos maravillosos ases de luz.  Aquel día aprendí, que para poder verlo no sólo se necesitan los rayos del sol y el rocío del agua, sino que es necesario estar en el lugar y momento indicados.

Algo muy similar ocurre con la vida espiritual.  Una persona que conozca a Jesús como su Salvador y Señor está “en Cristo”, y desde ese ventajoso punto puede ver a Jesús tal y como verdaderamente es.  El Espíritu Santo que habita en los creyentes capacita para apreciar y comprender los tesoros que Dios nos ha dejado en su Palabra escrita: la Biblia.  Sin embargo, quienes no han recibido a Jesús como su Señor y Salvador permanecen ciegos a las verdades eternas (1 Cor.2:14; 2 Cor.4:3-4); son como el visitante que vio la catarata y la luz del sol, pero nunca pudo ver el arcoíris.

  1. Sin la luz y guía del Espíritu Santo estaremos a oscuras y no podremos comprender el plan de Dios expresado en su Palabra.

 

  1. ¿Y tú, puedes ver el arcoíris? Si es así haz todo lo necesario para que otras personas también puedan verlo.

HG/MD

“Pero el hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1 Corintios 2:14)