Lectura: 1 Corintios 15:20-28

Un amigo me contó una historia de su infancia.  Cuando tenía 7 años sufrió la muerte de su querido abuelo, y esto lo llevó a negar la realidad de la muerte.  En su funeral, al ver el cuerpo sin vida en el ataúd dijo: “Si alguna vez me sucediera eso a mí, me levantaría y me iría caminando”.

Ahora con casi 65 años, me dice que ve la muerte de otra manera, ha estado en muchos funerales y ha dicho adiós a un amplio número de familiares y amigos.  Ya no puede negar la dura realidad de la muerte, la cual destruye los vínculos más estrechos, rompe corazones, nos causa tristeza y abre las compuertas de nuestros sentimientos más profundos, y en la mayoría de los casos del mar de las lágrimas.  Ha aprendido que, aunque es apropiado brindar y recibir un pésame sincero y cambiar el nombre de funeral a “celebración de vida”, finalmente no cambia el hecho de que no veremos más en esta vida a ese ser amado.

Sin embargo, existe una realidad aun mayor que nos puede ayudar a querer seguir viviendo con nuestra esperanza en un mejor futuro de forma intacta.  Jesús rompió el poder de la muerte, Él si “se levantó y salió caminando” de la tumba, y un día ese último enemigo, como le llama el apóstol Pablo, será destruido para siempre (1 Corintios 15:26), él expresó la victoria final sobre ella de la siguiente forma: “¡Sorbida es la muerte en victoria!  ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? Pues el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. Pero gracias a Dios, quien nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:54-57).

  1. ¡Gracias Señor, porque tu regalo de salvación transformó a la muerte en un paso más hacia la eternidad contigo mi amado Jesús!
  2. Debido a la tumba vacía podemos estar llenos de esperanza.

HG/MD

“Pero gracias a Dios, quien nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57).