Lectura: 2 Pedro 3:1-13

En los últimos 20 años hemos experimentado una serie de crisis financieras que han golpeado fuertemente las finanzas de los estados, y por ende de las familias. Recordemos la crisis inmobiliaria del 2008, en la cual muchas personas perdieron sus casas e inversiones, y cómo olvidar los problemas económicos que han traído la pandemia, y en los últimos meses, la crisis del petróleo y encarecimiento de materias primas y de bienes por la crisis de los contenedores.

En una entrevista al medio BBC, Alan Greenspan, ex director de la Reserva Federal de los Estados Unidos, señaló que la mayoría de la gente cree que esto no volverá a suceder en el corto plazo. Dijo: “La inextinguible capacidad del ser humano cuando se enfrenta a largos períodos de prosperidad, es suponer que la situación seguirá del mismo modo”.

Pensar que las cosas continuarán igual, no es un punto de vista exclusivo de nuestro tiempo.  Ya en el siglo 1, el apóstol Pedro escribió sobre algunas personas que pensaban que la vida nunca cambiaría y que Jesús jamás regresaría, al decir: “…desde el día en que nuestros padres durmieron todas las cosas siguen igual, así como desde el principio de la creación” (2 Pedro 3:4).

Jesús prometió que va a volver, pero aun así la gente sigue viviendo en desobediencia, como si Él nunca fuera a regresar. Sin embargo, su tardanza se debe únicamente a la paciencia de Dios para con nosotros, porque Él no quiere “que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (v. 9).

  1. No te equivoques, aunque estés en negación, Jesús regresará exactamente el día que está dispuesto para ello, no sabemos cuándo será, pero puedes estar seguro que volverá.
  2. Como creyentes debemos vivir tal como el apóstol Pablo nos recomendó: “vivir de manera prudente, justa y piadosa en la edad presente, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas” (Tito 2:12).

HG/MD

“El Señor no tarda su promesa, como algunos la tienen por tardanza; más bien, es paciente para con ustedes porque no quiere que nadie se pierda sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3:9).