Lectura: Romanos 12:3-13

Todos los que conducimos un automóvil de cambios automáticos, nos hemos dado cuenta que nuestro pie derecho es el que hace todo el trabajo con los pedales del acelerador y el freno.

El izquierdo, por otra parte, está inactivo. ¿Qué pasaría si decido que, para ser equitativo, mi pie izquierdo reemplace al derecho durante la mitad del tiempo? Si nunca lo has hecho, ¡por favor, no lo intentes!, puedes estrellarte y hacerte mucho daño, pues ese pie no está acostumbrado al trabajo que realiza el derecho.

Pero, si nosotros no exigimos tal igualdad a los miembros de nuestro cuerpo, en este caso nuestros pies, ¿por qué a veces sí lo hacemos con la gente de la iglesia?

Al parecer, esta era una cuestión que enfrentaba la iglesia de Roma en el siglo primero.  Había algunos que se consideraban más importantes de lo que debían (Romanos 12:3), porque realizaban algunas tareas que otros no hacían.

Es por eso que el apóstol Pablo nos recuerda que “todos los miembros no tienen la misma función” (v. 4), que hemos sido dotados según la gracia de Dios (v. 6), y que Él nos dio esos dones para servir a los demás y no a nosotros mismos (vv. 6-13). La diligencia y el fervor deben caracterizar nuestro trabajo, porque servimos al Señor y no a los hombres (v. 11), es por eso que nos complementamos perfectamente, cada uno haciendo la función para la cual fue diseñado (vv. 4-5).

  1. No pierdas tu tiempo viendo qué hacen o dejan de hacer los demás. Examínate hoy y piensa cómo puede utilizarte Dios para su gloria.
  2. Dios te ha dado exactamente lo que necesitas para servirle (Romanos 12:3).

HG/MD

“Porque de la manera que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, pero todos los miembros no tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero todos somos miembros los unos de los otros.” (Romanos 12:4-5).